jueves, 5 de febrero de 2009

Profecía de Tommy Hicks
Una visión profética

Alrededor de 1960, el evangelista Hicks tuvo una revelación de los acontecimientos finales. Hace varios años esta palabra profética circuló por nuestras iglesias, y llevó aliento y expectativa por los días del fin. Creemos que es bueno recordarla para que sea de aliento.
Por el poder del Espíritu Santo el evangelista Tommy Hicks condujo a miles de almas a los pies del Señor. Un 25 de julio alrededor de las 02:30, en Winnipeg, Canadá, Dios le dio una visión:



"Quedé tan perturbado y conmovido por la revelación, que cambió mi perspectiva global del cuerpo de Cristo y del ministerio del tiempo del fin. Los mayores regalos que le hayan sido dados a la iglesia de Jesucristo están aún por venir.
No pude comprender la totalidad de la visión hasta que leí Joel 2:23: "Alegraos y gozaos en Jehová vuestro Dios, porque os ha dado la primera lluvia a su tiempo, y hará descender sobre vosotros lluvia temprana y tardía como al principio". No solo enviará Dios la lluvia temprana
y tardía, sino que va a dar a su pueblo una doble porción de su poder en estos últimos días.

Cuando se me apareció la visión me hallé de pronto a gran altura. Estaba mirando abajo y contemplando la Tierra, cuando de pronto el mundo entero estaba a la vista: cada nación, cada pueblo, cada lengua, desde el este y el oeste, desde el norte y el sur. Estaba en pie, temeroso y temblaba mientras contemplaba el gran panorama ante mí. En ese momento comenzaron los relámpagos y truenos.



El gran gigante
Mientras los relámpagos iluminaban la superficie de la Tierra, bajé mis ojos. De pronto contemplé lo que parecía ser un gigante que miraba fijamente. Era inmenso, sus pies parecían tocar el polo norte y su cabeza el polo sur, sus brazos se estiraban de mar a mar. No sabía si era una montaña o un gigante. Al fin vi que era un gigante que luchaba por la vida, por vivir. Su cuerpo estaba cubierto de escombros de la cabeza a los pies y a intervalos movía su cuerpo y parecía que iba a incorporarse. Cuando lo hacía, miles de pequeñas criaturas escapaban de su cuerpo, espantosas criaturas que, cuando el gigante se aquietaba, regresaban a él.




De pronto este gigante levantó una mano hacia los cielos, y luego otra. Al hacerlo, estas miles de criaturas huían de él y desaparecían en la oscuridad y en la noche.

Lentamente comenzó a levantarse –y al hacerlo su cabeza y sus manos quedaron entre las nubes–. Cuando se puso de pie se desprendió de los escombros y de la suciedad que lo cubría y comenzó a levantar sus manos a los cielos, mientras alababa al Señor. De pronto cada nube se volvió plata, la más hermosa plata que yo había visto jamás. El fenómeno era tan grandioso que no podía ni siquiera comenzar a comprender lo que todo ellos significaba. Sumamente perturbado, lloré y dije: "Oh Señor, ¿qué significa esto?", y sentí como si realmente estuviera en el espíritu y en la presencia del Señor.

De pronto de aquellas nubes cayeron grandes gotas de luz líquida, llovía sobre el poderoso gigante y lentamente el gigante comenzó a fundirse como si penetrara en la Tierra misma. Mientras se disipaba su silueta, parecía fundirse sobre la faz de la Tierra. Esta gran lluvia comenzó a caer. Gotas de luz líquida comenzaron a inundar la misma Tierra. Repentinamente, el gigante que parecía fundido se transformó en millones de personas en todo el mundo. Mientras yo contemplaba la visión, esta gente se puso de pie, levantaban sus manos y alababan al Señor.
En ese momento vino un gran trueno que pareció rugir desde los cielos. Dirigí mis ojos al cielo, y de pronto vi una figura de blanco resplandeciente –el ser más glorioso que yo haya visto jamás en toda mi vida–. No vi su rostro, pero de alguna manera supe que era el Señor Jesucristo. Él extendía su mano a uno y otro lado. Mientras lo hacía a pueblos y naciones, a hombres y mujeres, señaló hacia ellos y esta luz líquida pareció fluir de sus manos sobre la gente y una poderosa unción vino sobre ellos, y entonces comenzaron a salir en el nombre del Señor.





Unción no deseada
No sé cuánto tiempo lo miré. Parecieron ser días, semanas y meses. Yo contemplaba a este Cristo y mientras Él continuaba extendiendo su mano, ocurrió una tragedia. Había mucha gente que rechazaba la unción de Dios y el llamado del Señor. Vi hombres y mujeres que conozco, gente que he creído con certeza que tenían el llamado de Dios, pero mientras Él extendía su mano hacia uno y otro lado, ellos simplemente agachaban la cabeza y se alejaban. Cada persona que bajaba su cabeza y le daba la espalda se alejaba y parecía entrar en la oscuridad. Las tinieblas los tragaban en todas partes.


Yo estaba perplejo mientras miraba. La gente a la que Él había ungido cubría la Tierra. Había cientos de miles de personas en todo el mundo: en África, Asia, Rusia, China, América. La unción de Dios estaba sobre esta gente mientras ellos marchaban en el nombre de Jesús. Había cavadores de zanjas, mujeres de limpieza, hombres ricos, hombres pobres. Vi gente herida con parálisis, enfermedades, ceguera y sordera. Según el Señor extendía su mano para darles la unción, ellos se ponían bien, se sanaban y se marchaban. Este es el milagro. El glorioso milagro. Esta gente extendía sus manos exactamente como el Señor lo hacía y el mismo fuego líquido estaba en sus manos. Mientras las extendían, decían "de acuerdo a mi palabra, sé sano".

Yo no me daba cuenta enteramente de lo que pasaba. Miré al Señor y dije: "¿Cuál es el significado de esto?" Él dijo: "Esto es lo que haré en los últimos días. Y restauraré todo lo que la oruga, el pulgón y el gusano han destruido. Este, mi pueblo en el tiempo final, marchará como un poderoso ejército. Ellos cubrirán la faz de la Tierra".

Mientras me encontraba a una gran altura, pude contemplar el mundo entero y veía toda esa gente yendo y viniendo sobre la faz de la Tierra. Un hombre desde África sería transportado en un momento por el Espíritu de Dios a, tal vez Rusia, China, América o a algún otro lugar, y viceversa. Esta gente iba por todo el mundo, a través de fuego, pestilencias y hambre. Nada, ni el fuego o persecuciones parecía detenerlos.

Hombres muy encolerizados
Encolerizadas multitudes venían hacia los ungidos con espadas y pistolas, y como Jesús, pasaron entre la multitud y no pudieron encontrarlos. Los consagrados iban a todas partes extendiendo sus manos en el nombre del Señor de multitudes. Marchaban adelante como el ministerio de Cristo de los últimos tiempos y ministraban a la muchedumbre sobre la Tierra. Decenas de miles, incluso millones, parecían venir al Señor Jesucristo cuando esta gente se paraba delante de ellos y daban el mensaje de la venida del reino. ¡Fue tan glorioso! Parecía que estaban aquellos que se revelaron y se enfurecían, y trataban de atacar a los obreros que daban el mensaje.

Dios está dando al mundo una demostración en la última hora, tal como nunca se ha conocido antes. Estos hombres y mujeres eran de todo estrato social. Las jerarquías no significaban nada. Cuando uno parecía tropezar y caer, otro venía y lo levantaba. No había ninguna actitud "yo" grande, "tu" pequeño. Cada monte era echado abajo y cada valle era exaltado. Parecían tener una cosa en común, un amor divino fluía delante de esta gente mientras andaban juntos, trabajaban juntos y vivían juntos. Era el tema de sus vidas.

Cuando los días pasaron, parado y contemplando la visión, solo pude llorar, y algunas veces reír. ¡Tan maravilloso era ver a esta gente yendo a través del mundo entero para mostrar el poder de Dios en el tiempo final!
Mientras yo miraba desde el mismo cielo, había veces cuando grandes diluvios de esta luz líquida parecía caer sobre grandes congregaciones. Ellas levantaban sus manos y alababan a Dios por lo que parecían ser horas e incluso días, mientras el Espíritu de Dios venía sobre ellos. Dios dijo: "Yo derramaré mi Espíritu sobre toda carne". Esto era exactamente lo que estaba haciendo. Desde cada hombre y cada mujer que recibía este poder y unción de Dios, sus milagros fluían continuamente.

De pronto hubo otro gran ruido de trueno que pareció resonar por todo el mundo. Otra vez escuché la voz que decía: "Ahora este es mi pueblo, esta es mi amada novia". Cuando la voz habló y miré sobre la Tierra, pude ver los lagos y montañas, las tumbas fueron abiertas en todo el mundo, los santos de todas las épocas parecían levantarse, venían de todas direcciones y parecían formar otra vez el cuerpo gigantesco. Los muertos en Cristo se levantaban primero, pero difícilmente pude comprenderlo.

Era tan maravilloso y tan lejos de todo lo que yo pude soñar o pensar!

El inmenso cuerpo comenzó a formarse como un poderoso gigante, pero esta vez fue diferente. Estaba ataviado de hermoso y magnífico blanco. Sus vestidos eran sin mancha ni arruga, mientras el cuerpo se formaba con la gente de todas las épocas que se reunían. Lentamente desde los cielos el Señor Jesús se transformó en la cabeza. Escuché otra voz de trueno que dijo: "Esta es mi novia amada por la que yo he esperado, ella saldrá adelante incluso pasará por fuego. Esta es aquella a la que he amado desde el principio de los tiempos".

Mis ojos se volvieron al lejano norte y vi una gran destrucción, edificios derrumbados y hombres y mujeres que lloraban en gran angustia. Luego oí la cuarta voz que dijo: "Ahora es derramada mi ira sobre la faz de la Tierra". Desde todos los confines del mundo parecían derramarse grandes vasos de la ira de Dios. Puedo recordar cuando contemplaba la horrible vista de ciudades y naciones enteras que se derrumbaban en destrucción. Pude oír a la gente llorar, mientras se metían en cuevas, pero las cuevas y montañas se abrían. Se arrojaban al agua, pero el agua no los hundía. No había nada que pudiera destruirlos. Aunque ellos deseaban acabar con sus vidas, no lo conseguían.

Regreso al cuerpo consciente
Nuevamente volví mis ojos hacia la gloriosa visión ataviada con sus hermosos y resplandecientes vestidos blancos. Lentamente, muy lentamente comenzó a levantarse de la Tierra y mientras lo hacía, desperté.

La visión que yo había contemplado era el misterio del final de los tiempos. Nuevamente el 27 de julio a las 02:30 tuve la misma revelación, la misma visión vino una vez más.

¡Oh, gentes escúchenme!: "¡De acuerdo a mi palabra será hecho!" ¡Vamos a ser vestidos con poder y unción de Dios! No tendremos que dar sermones. No dependeremos del hombre, tampoco seremos grupos denominacionales, ¡sino que tendremos el poder del Dios viviente!
No temeremos a ningún hombre sino que iremos adelante en el nombre del Señor de multitudes.

El evangelista Tommy Hicks fue un prestigioso predicador en la década de 1950. Reconocido internacionalmente, predicó en estadios a miles de personas en diferentes países. Causó un fuerte impacto su encuentro con el entonces presidente de los argentinos, Juan Domingo Perón, por el que oró a causa de una dolencia que padecía, y fue sanado. Su paso por Buenos Aires fue un hito que marcó la ciudad.
Poco después de la visión, Hicks murió en Los Ángeles, California, EE.UU.

Referencia: http://www.angelfire.com/biz2/marknet/hicks.html