Una visión profética
Alrededor de 1960, el evangelista Hicks tuvo una revelación de los acontecimientos finales. Hace varios años esta palabra profética circuló por nuestras iglesias, y llevó aliento y expectativa por los días del fin. Creemos que es bueno recordarla para que sea de aliento.
Por el poder del Espíritu Santo el evangelista Tommy Hicks condujo a miles de almas a los pies del Señor. Un 25 de julio alrededor de las 02:30, en Winnipeg, Canadá, Dios le dio una visión:
No pude comprender la totalidad de la visión hasta que leí Joel 2:23: "Alegraos y gozaos en Jehová vuestro Dios, porque os ha dado la primera lluvia a su tiempo, y hará descender sobre vosotros lluvia temprana y tardía como al principio". No solo enviará Dios la lluvia temprana y tardía, sino que va a dar a su pueblo una doble porción de su poder en estos últimos días.
El gran gigante
Mientras los relámpagos iluminaban la superficie de la Tierra, bajé mis ojos. De pronto contemplé lo que parecía ser un gigante que miraba fijamente. Era inmenso, sus pies parecían tocar el polo norte y su cabeza el polo sur, sus brazos se estiraban de mar a mar. No sabía si era una montaña o un gigante. Al fin vi que era un gigante que luchaba por la vida, por vivir. Su cuerpo estaba cubierto de escombros de la cabeza a los pies y a intervalos movía su cuerpo y parecía que iba a incorporarse. Cuando lo hacía, miles de pequeñas criaturas escapaban de su cuerpo, espantosas criaturas que, cuando el gigante se aquietaba, regresaban a él.
De pronto este gigante levantó una mano hacia los cielos, y luego otra. Al hacerlo, estas miles de criaturas huían de él y desaparecían en la oscuridad y en la noche.
Lentamente comenzó a levantarse –y al hacerlo su cabeza y sus manos quedaron entre las nubes–. Cuando se puso de pie se desprendió de los escombros y de la suciedad que lo cubría y comenzó a levantar sus manos a los cielos, mientras alababa al Señor. De pronto cada nube se volvió plata, la más hermosa plata que yo había visto jamás. El fenómeno era tan grandioso que no podía ni siquiera comenzar a comprender lo que todo ellos significaba. Sumamente perturbado, lloré y dije: "Oh Señor, ¿qué significa esto?", y sentí como si realmente estuviera en el espíritu y en la presencia del Señor.
De pronto de aquellas nubes cayeron grandes gotas de luz líquida, llovía sobre el poderoso gigante y lentamente el gigante comenzó a fundirse como si penetrara en la Tierra misma. Mientras se disipaba su silueta, parecía fundirse sobre la faz de la Tierra. Esta gran lluvia comenzó a caer. Gotas de luz líquida comenzaron a inundar la misma Tierra. Repentinamente, el gigante que parecía fundido se transformó en millones de personas en todo el mundo. Mientras yo contemplaba la visión, esta gente se puso de pie, levantaban sus manos y alababan al Señor.
En ese momento vino un gran trueno que pareció rugir desde los cielos. Dirigí mis ojos al cielo, y de pronto vi una figura de blanco resplandeciente –el ser más glorioso que yo haya visto jamás en toda mi vida–. No vi su rostro, pero de alguna manera supe que era el Señor Jesucristo. Él extendía su mano a uno y otro lado. Mientras lo hacía a pueblos y naciones, a hombres y mujeres, señaló hacia ellos y esta luz líquida pareció fluir de sus manos sobre la gente y una poderosa unción vino sobre ellos, y entonces comenzaron a salir en el nombre del Señor.
Yo estaba perplejo mientras miraba. La gente a la que Él había ungido cubría la Tierra. Había cientos de miles de personas en todo el mundo: en África, Asia, Rusia, China, América. La unción de Dios estaba sobre esta gente mientras ellos marchaban en el nombre de Jesús. Había cavadores de zanjas, mujeres de limpieza, hombres ricos, hombres pobres. Vi gente herida con parálisis, enfermedades, ceguera y sordera. Según el Señor extendía su mano para darles la unción, ellos se ponían bien, se sanaban y se marchaban. Este es el milagro. El glorioso milagro. Esta gente extendía sus manos exactamente como el Señor lo hacía y el mismo fuego líquido estaba en sus manos. Mientras las extendían, decían "de acuerdo a mi palabra, sé sano".
Mientras yo miraba desde el mismo cielo, había veces cuando grandes diluvios de esta luz líquida parecía caer sobre grandes congregaciones. Ellas levantaban sus manos y alababan a Dios por lo que parecían ser horas e incluso días, mientras el Espíritu de Dios venía sobre ellos. Dios dijo: "Yo derramaré mi Espíritu sobre toda carne". Esto era exactamente lo que estaba haciendo. Desde cada hombre y cada mujer que recibía este poder y unción de Dios, sus milagros fluían continuamente.
El inmenso cuerpo comenzó a formarse como un poderoso gigante, pero esta vez fue diferente. Estaba ataviado de hermoso y magnífico blanco. Sus vestidos eran sin mancha ni arruga, mientras el cuerpo se formaba con la gente de todas las épocas que se reunían. Lentamente desde los cielos el Señor Jesús se transformó en la cabeza. Escuché otra voz de trueno que dijo: "Esta es mi novia amada por la que yo he esperado, ella saldrá adelante incluso pasará por fuego. Esta es aquella a la que he amado desde el principio de los tiempos".
No temeremos a ningún hombre sino que iremos adelante en el nombre del Señor de multitudes.
El evangelista Tommy Hicks fue un prestigioso predicador en la década de 1950. Reconocido internacionalmente, predicó en estadios a miles de personas en diferentes países. Causó un fuerte impacto su encuentro con el entonces presidente de los argentinos, Juan Domingo Perón, por el que oró a causa de una dolencia que padecía, y fue sanado. Su paso por Buenos Aires fue un hito que marcó la ciudad.
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